Son las 7 de la mañana y el despertador nos recuerda donde estamos y para que hemos venido. Tras desperezarnos echamos un vistazo por la ventana del albergue comprobando, a pesar de no haber amanecido, que no llueve aunque el cielo permanece cubierto.
Ordenamos nuestras cosas y bajamos al comedor donde Olivier, el mesonero, nos está esperando con un copioso desayuno que nos pondrá las pilas. Tras devorarlo con avidez y realizar los últimos preparativos salimos hacia la linea que habíamos seleccionado la tarde anterior.
Son aproximadamente las 9.30 cuando nos encontramos a pie de vía y tras saludar con un cordial "bonjour" a dos "cordadas" de franceses, que nos precedían, nos dispusimos a atarnos y colgarnos toda la "quincallería" necesaria para la escalada.
Lorenzo hizo un trabajo espléndido y negocio el primer largo de este tramo por la parte más dura (los franceses no nos dejaron otra opción) con autentica destreza montando una reunión con dos tornillos y los pioles a mitad del recorrido. El último largo, ligeramente más sencillo que el anterior lo realizé sin problemas aunque esquivando una vez más a los franceses y sus regalos.

Cuando llegamos al final nos sentimos satisfechos, en silencio y sumergidos en nuestros pensamientos iniciamos el camino de bajada.
Ya han pasado casi tres semanas desde esta actividad y nuevamente el temido "parón" se ha producido, otra vez cuestiones familiares, meteorológicas y de ciclos de descanso lo han forzado, sólo hoy hemos salido a Morata para "apretar un rato", después en el bar con buenas cervezas y papas bravas hemos vuelto a soñar con otros lugares, esperando estar allí cuanto antes.
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