Todo comenzó el viernes, cuando por fin, el hombre del tiempo anuncio que haría bueno. Chabi no lo dudó, yo tampoco, volvíamos a Riglos. El fin de semana anterior, después de tres largos en la vía “currucuclillo” al mallo Frechin, decidimos bajarnos al bar, destemplados por el frío viento que nos zarandeo un rato en la pared.
El recorrido elegido para este viernes sería otra vía del mismo mallo , la llamada “José Antonio Sanz” que consta de siete largos (V, 6a, 6a+,6a, 6a, 6a+ y V), muy disfrutones y equipados quizá en exceso.
Sin darnos cuenta y a la “marcheta” estábamos sentados en la cima del mallo contemplando el paisaje y "partiéndonos el culo" ante la más mínima ocurrencia. De este trance nos despertó una cordada francesa, quienes no miraron con extrañeza pareciendo decir, en voz baja, " ils sont fous”.
El descenso, en lugar de realizarlo a pie, alcanzando la Visera a través del collado que los une, lo realizamos rapelando, eso si prestando atención al 2º rapel pues tradicionalmente se enganchan las cuerdas. Después sentados a la sombra con una buena litrona en la mano, saboreamos el fin de la jornada, no teníamos ganas de volver, pero mi colega tenía compromisos para esa noche y no debía dejarlos de lado.
No hacia mucho que había llegado a casa cuando, con una llamada de teléfono, Pilar me proponía volver, a la mañana siguiente, al reino del vacío, Riglos. Evidentemente no lo dude.
A las 10.30 estábamos a pie de pared, Pilar y sus amigos me habían propuesto subir por la vía normal de Puro, una clásica de las que hay que “tener”. El recorrido son diez largos, entrando por la ruta clásica (III,III, V, IV, 6a, IV+, III, V+,V+ y 6b), con autentico sabor a historia riglera.
Como era de suponer, por el día de la semana y el buen tiempo, había demanda para realizar la vía, un total de cinco cordadas por delante nuestra, lo que suponía un aumento de horas de estancia en la pared. Y así fue, solo que, afortunadamente, la temperatura acompaño en todo momento, lo que hizo más agradable la espera. Risas, muchas risas, buen rollo, chocolatinas y acuarius nos acompañaron hasta la cima.
El descenso supuso también otro parón, debido a la masificación, pero había que tomar las cosas con calma hasta llegar al suelo. Una vez allí, loca carrera al bar de Toño a por lo de siempre, cerveza y bocatas.
Mientras bajaba a Zaragoza, me embargó la necesidad de volver al monte y todavía me quedaba un día del fin de semana, esta vez me apetecía y ir solo y así poner un poco de orden en el desván de mi mente.
Salí de Zaragoza no muy pronto, sobre las seis de la mañana, conduje sin prisa acompañado de buena música. La mañana era esplendida y todo apuntaba a un buen día, como así fue.
A las nueve y media salía del Refugio de Gabardito. Unos cuarenta minutos después estaba en el Salto de la Vieja y un poco más tarde en el collado del Foratón, donde comí un poco. La pendiente final a la cumbre, se me hizo pesada, por la nieve primavera y por el cansancio acumulado de los días anteriores. La cresta cimera, para mí una de las más bellas del pirineo, me indicó que la cumbre estaba próxima, llegando instantes después.
En el alto del puerto de Santa Barbara, con la mirada fija en el horizonte, me sentía satisfecho por las actividades realizadas, y por mi estado de ánimo, sereno, como el atardecer que se empezaba a adivinar en el horizonte, que me invitaba a permanecer allí para siempre. Había un orden lógico en las cosas y un equilibrio interior sorprendente, la claridad de ideas permitían un pensamiento fácil y simple. No podía pedir más, bueno sí, había algo más... pero... lo contaré otro día.
2 comentarios:
Que seria de nosotros sin las cervezas de despues y laslargas charradas en la furgo??? Buen finde te pegaste, de esos que ahy que repetir ( aver si me recupero y nos vamos unos dias a riglear)La Pili una maquina!!!
La Pili un crack.
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