viernes, 5 de marzo de 2010

"La roca poca y el hielo... casi ni velo" (I)


Vaya comienzo de año! muchas actividades pensadas pero pocos resultados obtenidos. El mal tiempo, los compromisos familiares y sociales, la no compatibilidad de los ciclos de descanso etc... daban como fruto dos meses de espera "desesperada". Todas actividades se podían resumir en un mal día de esquí y cuatro salidas a Morata de Jalón, aunque, en el último caso, con algún encadenamiento que hace un año me hubiera parecido imposible.

Hartos de esperar decidimos, Lorenzo y yo, poner fin a esta sequía y nos fuimos a Gavarnie a probar suerte.

El veinticuatro de febrero, con la furgoneta cargada con todo el material que pudimos, pusimos rumbo a los dominios de nuestros vecinos de norte, con la esperanza de encontrar buen hielo y hartarnos de trepar.

Dicen que poco dura la alegría en casa del pobre y eso es lo que nos ocurrió. El Circo de Gavarnie nos recibió con unas maravillosas y bien formadas "cascadas" que invitaban cuanto antes a hincarles el piolet, pero... la meteorología adversa y las altas temperaturas hacían que el hielo se encontrara húmedo y cubierto por una fina capa de nieve, lo que añadía un plus más de riesgo a cualquier tentativa.

Aún así, nada más llegar a Gavarnie y casi sin habernos terminado de instalar en el albergue nos fuimos como posesos a "meterle mano" a cualquier muro vertical y tapizado de hielo. La cosa, a parte del mosqueo por el estado del hielo, no fue mal y pudimos hacer un par de largos en la vía "Freezante". Contentos bajamos a cenar y reponer fuerzas para la mañana siguiente.

El nuevo día nos despertó con lluvia y viento. Nuestra amiga la "mesonera", a la que cariñosamente bautizamos como Heidi, nos advirtió del elevado riesgo de avalanchas, pero aún así decidimos salir a probar fortuna. Llegamos a pie de la vía elegida "Fluido Glacial" comprobando como el estado del hielo había empeorado. Realizamos un pequeño conclave para convencernos de que podíamos intentarlo, pero la naturaleza decidió participar en la reunión y nos envió a cuatro representantes en forma de pequeñas avalanchas que recorrieron las paredes hasta llegar casi a nuestra altura y que terminaron, debido a su voto de calidad, por hacernos desistir.

Volvíamos mirando de reojo el entorno, escrutando el cielo suplicando una tregua que permitiera alguna actividad, hasta que una gran avalancha lejana disipó cualquier duda, este día no trepábamos porque el monte no reunía un mínimo de condiciones que garantizaran la seguridad. Nos miramos, no dijimos nada y bajamos para el valle.

Tras una pausa en un viejo bar con aroma del siglo XIX, decidimos, para aprovechar el día, darnos un paseo (unas tres horitas) por el cercano Circo de Troumouse. Los escaladores locales nos habían hablado de las interesantes formaciones de hielo de ese lugar libres de cualquier riesgo de alud. Fichamos un bonito recorrido, consultamos la meteo y nos fuimos a dormir esperando el día siguiente.


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